Mientras nos preparamos para un nuevo semestre universitario en Puerto Rico, se hacen cada vez más patentes los retos demográficos que enfrenta la isla: una población que envejece, una natalidad en descenso y la constante migración de jóvenes. Estas realidades nos invitan a repensar el papel de la universidad como un espacio de transformación. La universidad no puede mantenerse estática ante cambios tan evidentes, como las demandas actuales del mercado laboral en Puerto Rico. En el mundo entero, y Puerto Rico no es la excepción, la economía y el mercado laboral están cambiando más rápido que nunca. Ante este escenario, las universidades no pueden darse el lujo de operar bajo los modelos rígidos del pasado. La Universidad de Puerto Rico, como principal motor de talento y conocimiento del país, enfrenta una coyuntura crítica: transformarse o estancarse.
Puerto Rico necesita profesionales preparados para retos concretos y urgentes como lo son la innovación tecnológica, transición energética, desarrollo sostenible, salud pública, economía digital y emprendimiento. Sin embargo, muchas de las ofertas académicas actuales no han evolucionado al mismo ritmo que las demandas del mercado, lo que deja a los egresados en desventaja competitiva.
¿Como podemos detener este camino? Integrando a los currículos tendencias y competencias emergentes; fomentando una formación interdisciplinaria donde los estudiantes logren dominar más de un campo, combinando, por ejemplo, tecnología con negocios, o ciencias con política pública; tendiendo puentes sólidos con empresas, organizaciones sin fines de lucro y el gobierno para crear experiencias laborales desde el primer año y, por qué no, complementando los grados tradicionales con credenciales cortas que respondan a necesidades inmediatas del mercado. Esto requiere una visión a largo plazo e inversión en innovación académica, pero desde mi punto de vista, lo más que requiere es una apertura institucional que rompa con tradiciones que ya no sirven al futuro del país.
Estamos ante una oportunidad única de convertir a la UPR en el motor que impulse un nuevo ciclo de crecimiento económico y desarrollo social para Puerto Rico. Lo hicimos en los 70 y 80, y tenemos la capacidad de lograrlo nuevamente. Hoy, más que nunca, necesitamos ser una universidad que sirva de puente entre el salón de clases y el empleo, entre la teoría y la acción, entre el conocimiento y el progreso, y entre el estancamiento económico y una economía vibrante.