La reciente guerra arancelaria tendrá, sin duda, efectos en Puerto Rico; algunos negativos y otros positivos. Cuanto más nos tardemos en aceptar esta realidad, más aplazaremos la adaptación a este nuevo entorno económico. Nuestra Isla depende en gran medida de productos importados, así que los aranceles impuestos a ciertos países con los cuales hacemos negocio aumentarán el costo de estos, afectando principalmente a comercios al detal, las manufactureras y las empresas de construcción y tecnología.
Para las pequeñas y medianas empresas será más difícil absorber estos aumentos sin trasladarlos al consumidor, lo que tendrá como resultado una reducción en sus márgenes de ganancia y los llevará a subir los precios de los productos. Las empresas pudieran optar por buscar nuevos proveedores fuera de las regiones afectadas por los aranceles, no obstante, esto toma tiempo y recursos y pudiera afectar tanto la calidad como la disponibilidad de ciertos productos. Sin embargo, no todo es negativo. La imposición repentina y excesiva de aranceles abre el espacio para que suplidores y productores locales puedan competir con importaciones más caras. Las empresas que logren adaptarse y moverse rápidamente, tendrán una mayor oportunidad de salir airosos de esta situación.
Considero que una de las ventajas que representa este nuevo escenario, es la posibilidad de la reactivación de sectores productivos locales, lo cual llevaría a la creación de empleos. Un menor enfoque en las importaciones fomentará la reactivación de los sectores productores del país y una mayor colaboración entre empresas puertorriqueñas. Por otro lado, fomentará el crecimiento de clústeres locales tanto de producción como de distribución y el estímulo de la economía circular dentro de la Isla, cuyo resultado final sería la reducción de la necesidad de importar bienes y materias primas.
Como podemos ver, aunque la guerra arancelaria trae riesgos, también puede servir de detonante para que los negocios en Puerto Rico se reinventen, fortalezcan su base local y encuentren nuevas rutas de crecimiento. Tal como lo hicimos durante la pandemia. La clave está en anticiparse, diversificar y apostar por el talento y la producción local.